Coincidimos, sincronizamos, nos acercamos. La empatía, complicidad y bienestar emerge, llevándonos a buscarnos y a emprender en sintonía.
Desacordamos, nos alejamos, disentimos. El lente opaco volvió a aparecer. No éramos tan compatibles. Otra vez el mismo sesgo que me hace confirmar todas mis sospechas y creencias. El desencanto.
La vida está llena de encuentros y desencuentros. Entre personas, con proyectos y con ideales de vida.
La ambivalencia es parte de la propia existencia. Es molesta, si. Confunde, genera incertidumbre. Pero al mismo tiempo es la que nos permite cambiar cuando se ve acompañada de energía en el polo positivo de estas fluctuaciones.
No está mal contradecirse, aunque no guste. Es cierto, en el fondo quisiéramos ser coherentes, ordenados y dueños de la razón (aunque eso sea más aburrido).
La razón…figurita controvertida si las hay. Cuantas discusiones se podrían haber evitado de haber reconocido y entendido que no se trata de una sola razón o emoción. Que no se gana o se pierde en los intercambios o discusiones, sino que (con un poco de apertura) se enriquecen las dos miradas.
La lectura que derivo de este análisis, finaliza con una invitación simple pero compleja: dejar de lado los convencimientos que, cómo nos indica la misma palabra, desemboca en una mentira a nosotros mismos. Permitir navegar la incertidumbre, las idas y vueltas y las otras miradas para lograr mayor encuentro con los otros, con nuestros proyectos y nuestra vida.
Este escrito lo desarrollé mientras caminaba bajo la lluvia, paraguas en mano, sujeto a varios dobleces y achaqueos por el viento. De forma ambivalente, el paraguas se daba vuelta de un lado a otro mientras batallaba con la tormenta. Tal vez era momento de dejar de resistir y correr el paraguas a un lado…. de hecho ya no llovía…

Lic. Silvana Vattimo
Directora SCI GESTIÓN