Que lo urgente desplaza a lo importante en el día a día de una organización no es novedad. Lo vivimos cotidianamente.
El desafío está en destronar a la clínica de la urgencia y comenzar a construir una clínica de prevención y promoción de signos vitales preservados y fortalecidos para un mejor desarrollo y vitalidad.

Hace ya un tiempo que se me ha instalado la curiosidad de saber cómo es el día de quién realiza una actividad laboral y que es lo más característico del mismo. Es por ello que empece a preguntar a diferentes personas que palabra representaría su gestión diaria.
Palabras como: cambio, malabarismo, novedad, desorden y corridas han surgido en muchas de las respuestas obtenidas.
No es casual que en un contexto signado por la transformación, el dinamismo, las exigencias y la incertidumbre primen estas ideas.
El problema se instala cuando está montaña rusa debe equilibrarse con la planificación de mediano-largo plazo de desarrollo personal u organizacional.

En mi gestión diaria, listas extensas de planes y pendientes se deslizan en agendas, cuadernos y hojas digitales. Pero cuanto demoro en poder abordar esos pendientes?… a veces mucho.
Mails, llamadas urgentes, reuniones imprevistas, cuentas, la vida misma… interceden en la planificación.

La palabra que caracteriza mi gestión diaria es correr y, por supuesto, que hago muchas cosas más pero cuando al fin de la jornada me preguntan “cómo estuvo tu día?” La respuesta habitual es “a las corridas”.

Y con eso que hago?
Qué hay una cuota de placer en esas corridas no lo puedo negar. La misma sociedad nos hace ver que el dinamismo y la aceleración son necesarios para la supervivencia.

El problema es cuando la marathon atenta contra la calidad de vida, las relaciones humanas y la salud.

En mi caso es muchas veces el error (necesario), el malestar físico o mis afectos más cercanos los que me colocan una luz amarilla de alerta. Y es ahí donde pienso, cómo manejar el equilibrio?

Delegar, pedir ayuda, reconocer el no poder son pequeños atajos para no desfallecer en el intento. Compartir las frustraciones con otros, buscar empatía, clarificar expectativas y realidades para uno y para los demás es también parte del desafío.

Porque, en realidad, el principal reto es sincerarse con uno mismo y clarificar el norte y los diferentes puntos cardinales de la propia realidad para evitar caer siempre en la urgencia y apuntar a un claro diagnóstico que ajusten nuestros esfuerzos y capacidades.

Lic. Silvana Vattimo
Directora SCI GESTION