Hace ya algunos años, el concepto de transformación digital y revolución tecnológica ha venido tomando relevancia, convocando a las personas y organizaciones a adaptarse a una nueva forma de trabajo y vinculación mediada por tecnologías.
Expertos en el campo laboral, pronosticaban escenarios vinculados al “empleo del futuro”, dimensionando diferentes competencias y habilidades requeridas para poder hacer frente a tales desafíos.
Pero ni siquiera cuando decidimos montarnos más conscientemente a esa nueva ola de cambio, imaginamos un escenario como el que hoy se nos presenta a partir de la amenaza del COVID-19 y las diferentes medidas de aislamiento y distanciamiento tomadas.
Hasta ese entonces, buceábamos entre diferentes posibilidades, sin contar con un 100% de convencimiento de donde nos metíamos. La letra del contrato nos auguraba grandes logros. Pero la tipografía más pequeña ya nos alertaba de las dificultades, resistencias y trabas en el camino. Entonces volvíamos a lo “malo conocido”, quedando siempre a mitad del recorrido.
Sin embargo, la pandemia nos acomodó en la silla digital de un cachetazo. Nos acorraló sin opciones, diciendo “es esto o nada”.
Y ahí sí, nos la tuvimos que ver “en serio” con la tecnología, con la transformación digital y con la conexión a distancia.
Llegó ese día en que los distintos ensayos se vieron reales y las telecomunicaciones fueron campo de todos, los archivos digitales y el ahorro de papel fue la única vía y el trabajo a distancia dejo de ser un “amenitie” de algunos puestos para ser una necesidad del conjunto.
Y en ese aspecto, seguramente hayamos entrado en un camino de ida. Porque, a pesar de una mejor o menor expertise, todos le encontramos “la vuelta” para conectarnos, para trabajar a distancia o incluso, jugar con otros digitalmente.
Y es ahora entonces el momento de pensar lo digital “en serio”. Porque no hay vuelta atrás y porque ya se incorporó a nuestros recursos de manera indeleble.
La inteligencia digital entonces se presenta a la orden del día. Porque no se trata sólo de utilizar sino de administrar las tecnologías de manera inteligente, llegando a resultados superadores.
¿Qué va a pasar cuando termine la cuarentena… cuando podamos volver a los puestos de trabajo… cuando podamos retomar el contacto cara a cara? Seguro sentiremos el alivio de la libertad, de la cercanía física, de lo real. Pero seguro que también sostendremos (un poco por nostalgia, un poco por practicidad) algunas costumbres instauradas en esta cuarentena: la videollamada con amigos cuando el encuentro se hace difícil, las comunicaciones con colegas, ahorrando los tiempos de traslado en una ciudad caótica de tránsito, la habilitación de aulas virtuales e intercambios asincrónicos entre docentes y alumnos más allá de las paredes de la escuela, la mejor reputación y entidad del home office, sabiendo hoy que incluso puede llegar a trabajarse más que en las oficinas.
Se ve claro: la alfabetización digital llegó para quedarse. Y los talleres literarios sobre estos temas están y estarán a la orden del día. Para seguir aprendiendo y para reforzar nuestro rol ante esta ola de cambios que está en su cresta. ¿Te animas a surfearla?

Por Silvana Váttimo