Debo decir que nunca me identifiqué con la ola más feminista o matriarcal. Por el contrario, un tinte machista y testosterenesco creo que siempre tuve.
No soy fan de los extremos ni de los fanatismos.
Sin embargo, el ser madre, significó para mi (como para muchas personas), un cambio y una transformación de alto impacto.
En mi imaginario pre-materno la posibilidad de sostener la carrera profesional y la crianza de un hijo era totalmente compatible con esfuerzo y decisión (aunque en el más profundo de los sinceramientos me daba pánico y muchas dudas).
Y es cierto que se puede compatibilizar (me consta el ejemplo de muchas mujeres amigas y colegas profesionales en su campo y madres presentes en su intimidad), pero nunca imagine los matices, las dificultades y las emociones que intercedían en esta misión.
Para dejar de poner palabras difíciles: ser madre y trabajar (independientemente del trabajo que se tenga y de la pareja que uno tenga a su lado) implica hacerse especialista en Tetris y en planificación. Implica cada vez que uno tiene que acordar un compromiso, pensar en un más allá de la propia agenda. Es hacer malabares y maravillas con los tiempos, corriendo pero administrando cada minuto del dia. Es quedarse hasta las 2am trabajando por encontrar un momento de concentración o no dormir en toda la noche ante la preocupación por su tos o molestias. Es sentir culpa por permitir que el universo YouTube se interponga cuando uno tiene un inmediato laboral que resolver. Es tener que interrumpir reuniones y entrevistas por un llamado que involucra a tu hijo/a. Es tener que decir que no muchas veces a planes, reuniones y convocatorias por querer compartir más tiempo con el/ella (y lo vale). Significa acomodar y re acomodar las prioridades una y otra vez porque, en definitiva, lo más importante es su sonrisa.
Ser madre (y con esto no excluyo a muchos padres que cumplen el mismo rol) y profesional al mismo tiempo es un gran entrenamiento y desafío.
Cansa, estresa, te saca algunas canas más en la cabeza. Lo cambiaría? Jamás. Porque en cada beso, abrazo o mamá dicho de su boca recuperó el aliento y las fuerzas para salir de nuevo a la cancha. Y eso hace que todo valga doble.

Lic. Silvana Vattimo
Directora SCI GESTION